Denunciaron que no cobran sus sueldos hace nueve meses, pero pese a esto inauguraron el viernes un comedor nocturno en La Costanera. La iniciativa forma parte de una estrategia terapéutica del dispositivo de asistencia y prevención de adicciones que funciona en el barrio.
“Cada día está peor todo en La Costanera, hay menos gente que tiene para comer”, dijo Gabriel Ponce, un joven de la barriada que forma parte del equipo de trabajo del Centro Educativo Terapéutico (CET). Ponce justificó de esta manera la creación del comedor que funciona de noche, para dar de comer a los adictos del barrio y a la vez comenzar con su tratamiento. Está previsto que el centro, que funciona en la casa parroquial de la zona, entregue 80 porciones de comida dos veces por semana.
“Necesitamos trabajo”
Nueve trabajadores del CET de Costanera Norte reiteraron su reclamo por el retraso en el pago de sus sueldos. Habían denunciado públicamente esta situación a LA GACETA a finales de febrero. El CET (en un principio iba a llamarse Cepla o Centro Preventivo Local de Adicciones), se construye desde hace dos años en el barrio, pero el equipo técnico trabaja desde hace tres años en la barriada. La edificación se encuentra detenida por el parate en el envío de fondos nacionales, y se pospuso -nuevamente- su inauguración para junio.
El centro fue anunciado en 2013, cuando acababa de asumir al frente de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar), el padre Carlos Molina. El presidente Mauricio Macri nombró en el cargo a Roberto Moro.
“Llevamos siete meses de atraso con nuestros sueldos. Como cobramos con mora, la última vez que nos pagaron fue en enero. Necesitamos el dinero para poder vivir, como todos, pero también necesitamos seguir trabajando para los chicos del barrio”, explicó Isabel Perez, otra integrante del grupo, que también forma parte del CET. Ellos lograron recuperarse de situaciones de consumo, conformando el dispositivo terapéutico “Ganas de Vivir”, a cargo de Mariana Goytia, Martín Vizgarra, Emilio Mustafá, Laura Ruiz Huidobro y Zulma Juri. Parte del grupo cursó luego la diplomatura de operador socioterapéuta y pasaron a integrar el equipo del CET, como talleristas. Explicaron que si bien sus haberes corresponden a la Nación, dependen del Ministerio de Desarrollo Social de nuestra provincia. Desde esta cartera gestionaron el arribo de fondos de la Nación, y esperan que se liquiden los salarios el 15 de abril.
“Aumenta todo pero no el sueldo. Los que trabajamos en changas no tenemos paritarias o nada parecido; cuando a todos les va muy bien recién tenemos una mejora de sueldo. En las familias numerosas no hay comida, porque es carísimo cocinar. Acá en el barrio necesitamos trabajo, porque sin trabajo no comemos. Por eso necesitamos tanto que nos paguen”, resumió Ponce.
Un comedor de noche
M. se sentó en una piedra en la vereda, afuera de la Casa Parroquial, porque dijo que sentía vergüenza. “Hace dos días que no comía nada, loco. La calle está dura. O te pega la policía o te pega un transa”, contó, mientras juntaba con los dedos los granos de arroz que quedaban en el plato. Con los pies descalzos seguía el ritmo de una cumbia que llegaba desde una casa vecina. Enganchó el limpiavidrios en el cuello de su remera y se fue al río.
El comedor nocturno, ubicado a 20 cuadras de la Legislatura, fue inaugurado para combatir dos problemáticas que se acentuaron en los últimos años en las villas: el hambre y el consumo del “paco”. La iniciativa surgió de los integrantes del grupo Ganas de Vivir, pero funcionará como un dispositivo de adicciones con la supervisión técnica del equipo territorial de Desarrollo Social y de la Secretaría de Prevención en Adicciones de la provincia. Si bien desde Desarrollo Social confirmaron que asignarán una partida para garantizar su funcionamiento, el grupo consiguió una donación para comenzar de forma autogestionada, gracias a la gestión de fondos en un bar de un ex voluntario de una ONG.
“Es importante que se haga de noche, porque es cuando más hace falta. Sucede que económicamente es más barato fumar ‘paco’ que cocinar. Por $ 10 venden un papel (dosis de paco), pero para cocinar una comida hacen falta $ 100. Acá se fuma ‘paco’ para no pasar hambre. El chico adicto no come o, si no, come basura”, explicó Ponce.
Los integrantes del dispositivo, junto a vecinos y Madres del Paco coinciden en la necesidad de que se inaugure finalmente el CET. Recordaron, además, que en diciembre marcharon a la Plaza Independencia como parte de la Hermandad de los Barrios: familias de 14 villas se unieron para exigir una política integral contra las adicciones y presentaron un petitorio en Casa de Gobierno. “Después de eso se formó una mesa interministerial para tratar la temática, pero nunca invitaron a las Madres del Paco”, agregó Julio Medina, también integrante del dispositivo.
“Acá parece que no le importamos a nadie. Cuando muere alguien con estudios es una tragedia ¿Quién llora al pobre, al chico adicto que muere desnutrido o con una sobredosis? Si un legislador es detenido con droga es consumo personal. Un chico se droga con paco y es automáticamente un criminal”, criticó Medina.